lunes, 10 de septiembre de 2012

Para leer en voz baja.

Decía Ortega, cuando escribía su "El espectador" que escribía un libro para ser leído en voz baja. Un libro para ser leído en soledad  en cierto modo, un libro tan íntimo, no tanto para el autor como para el lector, que cabría considerarlo como una autoconfesión.
Dejando un tanto al margen esa estúpida idolatría mía por un filósofo que con toda seguridad, repudiaría todo lo que yo represento, cabe darle la razón pues hay libros, y libros para ser leídos en voz baja.
Los primeros narran historias, mejores o peores, te ponen en la piel de otro ser vivo (hombre o rana) y te hacen salir durante unos minutos del férreo fluir del tiempo y el espacio del que ni siquiera Einstein consiguió liberarnos.
Los segundos, por contra, son libros que ayudan al lector a fabricar historias, historias interiores, es decir, el lector no lee nada que no este ya escrito en su memoria, en su recuerdo, en sus sentires, "reescribe su vida" al leer ese libro escrito por alguien que nunca lo conoció.
En lo que a mi respecta, me gustan más los segundos.
No es que no considere interesante la posibilidad de ser príncipe, hombre hojalata, mago o marinero, no, es que creo que en cierto modo, ya he sido y soy todo eso, que la vida de toda persona puede dar, bajo el angulo adecuado, cualquier perfil.
Casi nadie ha sido rey, pero todos hemos llevado alguna vez corona, nadie ha sido tan rico como quisiera, pero todos hemos sentido poder dejar propina, la mayoría no ha estado en la luna, y creo que nadie colonizará la caótica Venus de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, pero todos hemos pisado alguna vez un planeta desconocido (incluso sin salir de casa).
En cuanto a la filosofía, todo va mucho más allá. Del filosofo, igual que del dictador, tiende a olvidarse que no es más que un hombre, (hombre mortal condenado a morir, que diría Tolkien) y se lo ve como a una mente magistral, libre de toda preocupación más que la reflexión, y esto más que acercarnos al filosofo, nos aleja de la filosofía.
Si Kant era o no una mente privilegiada es algo sujeto a tanta discusión como se quiera, pero de que su filosofía no es más que un impulso de vida, un intento de negar todo aquello que le resultaba insoportable e idealizar todo cuando hubiese deseado encontrar, de eso no hay duda alguna, y no sólo en Kant. Lo vemos en el Platón que condena al sofismo al más bajo escalón de la sociedad por la muerte de Socrates, en el enfermo e invalido Nietzche que proclama la autoridad de la fuerza, e incluso en ese Ortega, exiliado en el clásico exilio español de París, y sus gritos hacia la humanidad: ¡Recapacitad!
Y en cuanto a todo esto, cualquier libro de filosofía, es un libro para leer en voz baja, porque todos hemos tenido miedo, hemos odiado algo, hemos amado algo, hemos pensado que el mundo se equivocaba, en fin, todos somos seres humanos, mortales, condenados a morir.


No hay comentarios: